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Mercurio 13

(12/10/2009)

Eran más. Quizás eran mejores. Lo que esta claro es que no tenían posibilidades. Los medios de comunicación recogían la historia de los Elegidos para la Gloria,   los siete heroicos militares que afrontarían a arriesgada misión de viajar al espacio. Mientras, trece mujeres superaban las mismas pruebas físicas para ser astronautas y solicitaban ser entrenadas con ellos.

El último vuelo de John Glenn   al espacio demostró que un astronauta debe estar en forma pero no necesita ser un atleta extraordinario. Con 77 años desarrolló la misión sin problemas antes de regresar a la Tierra.  Como él, podían haberlo hecho decenas de miles de personas. Aún así tiene sentido seleccionar a los mejores para minimizar riesgos ya en el espacio hasta el menor problema puede tener graves consecuencias. La pregunta es, ¿cuales son los criterios adecuados para escoger a los mejores?

Esta pregunta se planteó por primera vez en el proyecto Mercurio, el primer programa de astronautas norteamericano.  El presidente Eisenhower,  un general retirado de la Segunda Guerra Mundial, decidió que debían ser  pilotos de pruebas militares  y con formación universitaria. Esto excluía automáticamente a las mujeres ya que en los años cincuenta no formaban parte del ejército.

William Lovelace, el médico responsable de las pruebas de selección tenía otras ideas. Él creía que las mujeres podían jugar un importante papel como astronautas. Con esta idea busco la colaboración del general Donald Flickinger, otro miembro del comité de ciencias de vida de la NASA.  Ambos seleccionaron a Jerrie Cobb,  una conocida aviadora con una amplia experiencia y la sometieron a las misma pruebas físicas que los candidatos a astronauta. Después de superarlas con éxito se convencieron de que una mujer podía ser mejor candidata a astronauta. Tenían ciertas ventajas con un menor riesgo de ataques cardiacos  o un peso y estatura inferiores que eran más adecuados para las diminutas cápsulas de la época. Con estos argumentos ambos reclutaron un grupo de mujeres, doce de las cuales superaron la primera fase en las pruebas físicas para astronauta. 

Jerrie Cobb junto a una cápsula Mercury. Fuente: Wikipedia


Sin embargo, la sociedad de principios de los sesenta no estaba preparada. La mayoría de las mujeres no trabajaban fuera de su casa ni ocupaban cargos de responsabilidad. Fue imposible conseguir apoyo oficial para las pruebas que continuaron con financiación privada de   Jacqueline Cochran, una importante y conocida aviadora de la época.  Durante algún tiempo el programa siguió adelante e incluso se celebraron audiencias en el Congreso solicitando que las mujeres recibiesen el mismo trato que los hombres. Pero las opiniones en contra de los astronautas Scott Carpenter y John Glenn  además de la sorprendente oposición de la propia Cochran terminaron con el proyecto.

Actualmente solo una página web sobre la propuesta Mercurio 13  y algún artículo recuerdan un hecho que pudo cambiar la historia. Y, quizás, acelerar unos cuantos cambios sociales.
 

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Comentarios




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cicalfate el 14/10/2009:

Ahora que lo has dicho, las mujeres son más ligeras. Al final, las pobres siempre se quedan a la sombra. saludos

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