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Radicales libres. La anarquía secreta de la ciencia

(06/03/2012)

Al crecer descubres que no es fácil tener héroes. No existen referencias libres de defectos que podamos seguir a pies juntillas. Y eso se aplica también a los científicos, incluso a los más grandes. Son genios, no santos. Algunos pueden tener comportamientos más bien excéntricos pero ¿hasta que punto se saltan las reglas?
 
La editorial Ariel tuvo la gentileza de enviarme “Radicales libres” por si quería escribir una reseña. Su autor, Michael Brooks es doctor en física cuántica, ha escrito en numerosos periódicos y actualmente es editor en New Scientist. También es relativamente conocido gracias a un libro anterior, “13 cosas que no tienen sentido”. Así que es un autor con cierto prestigio y sabe bien como explicar la ciencia aunque añada un cierto toque sensacionalista que le viene muy bien para vender.
 
Radicales libresEl titulo del nuevo libro ya promete polémica, “Radicales libres. La anarquía secreta de la ciencia”. Como subtitulo nos encontramos con la idea que articula todo el libro. Michael Brooks afirma que los mejores científicos e investigadores no siguen las normas que el resto cumplimos. Incluso va más allá. El libro defiende que saltarse esas normas es un requisito básico para poder realizar descubrimiento realmente revolucionarios. Eso incluye falsificar datos, abusar de las drogas o guiar una investigación según los sueños (o pesadillas) de la noche anterior. Hasta ahí, se trata de una argumento legitimo, aunque discutible, y poco novedoso. La ciencia necesita una mezcla curiosa de hechos y democracia (o meritocracia) para conseguir que se incorpore una nueva idea al consenso científico. Es cierto que los experimentos buscan hechos pero su interpretación puede y es discutida con vigor. La defensa de una idea nueva puede ser tan dura como la peor campaña política. La búsqueda de subvenciones puede generar tantas fricciones como la más dura guerra comercial. Partiendo de esta realidad, el libro recoge numerosas historias y anécdotas que la excentricidad y falta de escrúpulos de algunos investigadores. Para haceros una idea, los capítulos tienen títulos como: “Delincuentes: Las reglas están para romperse”, “Maestros de la ilusión: Las pruebas no lo son todo”, o “Cómo empieza: Sueños, drogas y visiones de Dios”.  En general, esta bien documentado aunque algunas explicaciones no tengan el rigor científico necesario. Y resulta de lo más entretenido aunque algunos párrafos me resulten muy difíciles de aceptar.
 
 
Naturalmente, recopilar anécdotas es argumento débil que puede ser desmontado por otra recopilación igual pero de signo contrario. Leyendo el libro, me da la impresión de que el autor también considera que puede saltarse algunas normas en defensa de su idea. Entre ellas, una fundamental. Como hemos repetido más de una vez, correlación no implica causalidad. Que alguien tontee con el LSD no significa que su genio y creatividad dependan de la droga. Que, siguiendo una intuición mística, se descubra una conclusión correcta, no significa que sea una técnica eficaz. Mas bien al contrario. Incluso asumiendo todo su contenido como cierto y verdadero, este libro solo muestra una verdad parcial. Y una verdad a medias que puede ser peor que una mentira. Es por esto que nunca recomendaría este libro como lectura única. Sin embargo, creo que es una aportación interesante y necesaria para completar la “historia oficial”. Esa versión edulcorada de la historia donde no suelen aparecer los problemas técnicos, personales o sociales tras un descubrimiento. La versión “heroica” de la ciencia también es una verdad a medias y no debe ser la única que se conozca.
 
De hecho, el libro tiene un sesgo pro-ciencia indudable. Pero su mejor virtud es que nos ayuda a recordar el largo proceso hasta que una nueva teoría pasa a ser aceptada. La ciencia no se basa en el principio de autoridad. No sigue la opinión ni los experimentos de una sola persona. La ciencia se ha desarrollado gracias a ideas locas que consiguieron ganarse el respeto de centenares o miles de personas que las examinaron buscando fallos. La democracia, no sus radicales libres, y el apego a la verdad son lo que hace grande a la ciencia
Etiquetas: libros, opinión
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Comentarios




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José Juan Soto el 11/07/2012:

Con esta reseña se me antoja interesante el libro, por otro lado en mi idea muy particular es al igual como lo escuche en alguna película "... A veces hay que hacer lo que es correcto aunque este fuera de la ley ..." Saludos !

Ambros el 06/03/2012:

Muchas gracias Manuel. Valoro mucho la opinión de un investigador en activo como tú. Un saludo Ambros

fuentedelaeternajuventud el 06/03/2012:

Excelente reseña del libro. Coincido 100%. Un saludo, Manuel

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