Pulveriza un residuo. Redúcelo a polvo. Aparentemente desaparece. Pero si se trata de un plástico no biodegradable como el PVC, se distribuirá como un material inerte por ríos, lagos y mares. Lo que no sabemos es si, además de inerte, es inofensivo.
“Ojos que no ven, corazón que no siente”. Esta frase describe bastante bien lo que todavía hacemos con muchos de nuestros residuos. Trasladarlos, concentrarlos, enterrarlos y, solo parcialmente, intentar reciclarlos. Pero ni siquiera enterramos todo. Parte de los materiales inertes, y teóricamente más inofensivos, simplemente se descartan y pueden sobrevivir cientos de años en el medio ambiente. Y debido a ello están apareciendo finamente pulverizados en los lugares más insospechados.
Granza es el nombre que recibe una bolita de pocos milímetros que se utiliza como materia prima para las piezas de plástico. Y es el estado final de muchas piezas de plástico descartadas que acaban rotas, troceadas y esparcidas por la acción de las fuerzas naturales. Entre ambas fuentes se calcula que el 10% de los residuos que contiene una playa son trocitos de plástico de todos los tamaños, incluso microscópicos. Y si están en la arena, también están en el mar. El programa para el medio ambiente de las Naciones Unidas, calcula que el 90% de los residuos que flotan en el mar son plásticos. De media, unas 13.000 piezas de plástico por kilometro cuadrado. Pero, en algunas zonas marinas como el nordeste del Pacifico, estos diminutos residuos se han acumulado hasta alcanzar los seis kilogramos de plástico por cada kilogramo de plancton. ¿Que sentirán los animales que intentan alimentarse en esas aguas? Podéis haceros una idea con este video que muestra una visita a ese gigantesco vertedero flotante creado por las corrientes marinas.
Lo malo es que un trocito de plástico casi invisible no llama la atención. Es más fácil ser recordado si eres un patito de goma que caes al mar con miles de compañeros. Aunque si ellos permanecieron intactos durante años, imaginar que suceden con todos los residuos de plástico que generamos. Aun peor, algunos estudios sugieren que esos diminutos trozos de plástico actúan como “esponjas” absorbiendo productos tóxicos que luego liberan al ser ingeridos por los peces o por nosotros mismos.
Es poco lo que se conoce, con certeza, sobre los posibles efectos negativos para la salud de personas o animales. Digamos que es un experimento incontrolado más. Quizás sean relativamente inofensivos. Después de todo estamos rodeados de fino polvo tanto orgánico como mineral. O quizás resulten tan peligrosas como la inhalación de fibras de amianto o polvo de sílice. En cualquier caso, los humanos podemos utilizar filtros u otras tecnologías para protegernos. La naturaleza no.