Llega un momento es que tienes que asumir que no vas a cambiar el mundo. Que aunque te guste la ciencia y la tecnología probablemente no seas lo bastante brillante. Que hay que conformarse con una contribución pequeñita. A mi me ha pasado. Pero eso no es válido para todos.
Hace unos días, Antonio López, un amigo y profesor de la Universidad Pública de Navarra recibió el Premio Joven 2006, otorgado por la Universidad Complutense de Madrid, en la categoría de ciencia y tecnología, como mejor investigador menor de 35 de España. No voy a hablaros de como saca tiempo para ser profesor en dos universidades de diferentes continentes. Ni de sus numerosas publicaciones y de patentes aunque él no vea un euro. De los viajes, teleconferencias e innumerables problemas de agenda que implica diseñar chips para Seiko, la NASA y unas cuantas empresas españolas. De las jornadas de quince horas y las semanas con siete días laborables. De sus anuales "vacaciones" de trabajo en la Universidad estatal de Nuevo México. Quien quiera puede hacerse una idea leyendo un resumen de todo lo que ha conseguido.
Solo escribo para animar a los que ahora estudian y sueñan con cambiar las cosas. Seguro que algunos son lo bastante buenos y merece la pena intentarlo. Incluso desde una pequeña ciudad como Pamplona. A pesar de la falta de recursos, de instalaciones o incluso de apoyo social. Aunque estas noticias sólo aparezcan relegadas a pequeños recuadros del periódico. O sean olvidadas entre los titulares de la última pelea política, futbolera o del corazón. Hace veinte años que Antonio y yo somos amigos y puedo decir que es mejor persona que investigador. Y aunque yo no tenga merito en ninguna de las dos cosas no puedo evitar estar orgulloso.