Recuerdo que uno de mis profesores universitarios me comentó, desafiando algunos tópicos, que las calzadas romanas habían durado hasta nuestros días por la falta de conocimientos de sus constructores. Según su discutible opinión, los romanos no sabían lo suficiente de ingeniería y construían sus calzadas con tanta resistencia como su tecnología les permitía. En consecuencia, las calzadas romanas eran construcciones complejas, relativamente escasas y requerían miles de horas de trabajo para completarse. Hace unos 200 años, un ingeniero escoces llamado John Loudon McAdam diseñó una alternativa sencilla, fiable y mucho más barata. Un conjunto de ventajas que fue muy útil en la tarea de inundar nuestro planeta de vías de comunicación. Carreteras diseñadas para ser más baratas y durar menos años.
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