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Dos bolas para gobernarlos a todos

(30/06/2016)

Autor: Ambros

Si. El título tiene algo de homenaje a “El señor de los anillos” Pero no, no voy a hablar bien de ese libro. Con permiso del maestro @ScientiaJMLN, mi intención es criticarlo o, al menos, resaltar todo lo que tiene de anticientífico y anti-tecnológico. Pero empezaré diciendo lo que me gusta de “El señor de los anillos”. Es un libro maravillosamente escrito que ha cautivado a generaciones y ha inspirado todo un universo de historias similares llenas de elfos, enanos, dragones y magia. Lo he leído y releído ya que es lo bastante bueno para suspender mi espíritu crítico. Casi siempre. Hoy toca algo diferente.

Este libro fue escrito a mediados del siglo XX por J.R.R. Tolkien, un filólogo y profesor universitario que había luchado como soldado en la Primera Guerra Mundial. Un conflicto donde la producción en masa de armas y la aplicación de nuevas tecnologías como la aviación se cobraron un enorme precio en vidas humanas. Puedo comprender, aunque no comparta, la imagen profundamente negativa de la ciencia y la tecnología que le acompaño el resto de su vida. En un libro anterior, “El hobbit”, describe así a los temibles trasgos:
 
“Es probable que ellos hayan inventado algunas de las máquinas que desde entonces preocupan al mundo, en especial ingeniosos aparatos que matan enormes cantidades de gente de una vez, pues las ruedas y los motores y las explosiones siempre les encantaron, como también no trabajar con sus propias manos más de lo indispensable”.
 
El rechazo a la tecnología recorre la obra de Tolkien. En “El señor de los anillos”, la ciencia y el progreso están directamente unidos al mal y son su herramienta para corromper el mundo. Quizás el personaje que mejor lo representa es Saruman. Uno de los grandes sabios de la orden de los magos que cambia de bando y se convierte en enemigo de los protagonistas. ¿Cómo describiríamos a este terrible personaje? Barbol, el líder de los Ents, explica su transformación hacia el mal:
 
“Tiene una mente de metal y ruedas y no le preocupan las cosas que crecen, excepto cuando puede utilizarlas en el momento”.
 
Como ingeniero, amante del metal y las ruedas, es una definición inquietante. Tampoco las ciencias biológicas se libran de las críticas. Los Isergardos, las tropas de Saruman, son algo nuevo y peligroso. Barbol nos los define así:
 
“¿Son hombres que Saruman ha arruinado, o ha mezclado las razas de los Hombres y los Orcos? ¡Qué negra perversidad!”
 
Cuidado biólogos, que crear nuevas variedades de seres vivos solo puede traer el mal. Además, se trata de un mal que no desaparece con la destrucción del anillo. En el penúltimo capítulo del libro, Saruman, que había perdido todo su poder excepto sus persuasivos argumentos, reaparece en el hogar de nuestros héroes donde ha construido casas de ladrillo para sustituir a las cuevas hobbit y nuevos molinos para arruinar la prístina Comarca. Menos mal que unos valientes hobbits con armaduras y espadas pueden devolverla a su tradicional vida agrícola y pastoril. Aunque hay un detalle de esta sociedad que nunca se explica ¿de dónde sacan el dinero Bilbo o su sobrino Frodo? Las generosas despensas hobbits no van a llenarse solas. Nuestros héroes parecen los típicos terratenientes británicos, propietarios de campos cultivados por otros. Una sociedad idílica, simple, hermosa y bucólica si tienes a algún otro que utilice una simple y honesta azada para cultivar los campos por ti.
 
Siguiendo con esa defensa de la sociedad tradicional, el papel de las mujeres es casi inexistente. Si eres reina y elfa, como Galadriel, puedes ser un personaje importante. Todo lo que esté por debajo se reduce a prestar compañía y apoyo. Digamos que eres sobrina de un rey, es decir un cero a la izquierda. A pesar de ello, vas a la batalla en los campos de Pelennor. Con la ayuda de un hobbit, que ataca a traición y por espalda, matas al señor de los Nazgûl. Se trata del líder de las tropas enemigas y orgulloso propietario de un anillo de poder que, por cierto, no le ayuda en nada. ¿Alguien te lo agradece? Citemos otro dialogo.
 
“El príncipe se apeó del caballo, y arrodillándose junto a las parihuelas improvisadas, rindió homenaje al rey y a su heroísmo; y lloró. Y al levantarse, vio de pronto a Eowyn, y la miró estupefacto.
— ¿No es una mujer? —exclamó —. ¿Acaso las mujeres de los Rohirrim han venido también a la guerra, a prestarnos ayuda?
— ¡Nada de eso! — le respondieron—. Sólo una ha venido. Es la Dama Eowyn, hermana de Eomer; y hasta este momento ignorábamos que estuviese aquí, y lo deploramos amargamente.”
Exacto, ese es el reconocimiento que puede esperar una mujer por una contribución sustancial para ganar la batalla. Como me estoy alargando, os dejo a vosotros que reflexionéis sobre el contraste entre los elfos, altos, pálidos y armados con espadas frente a los hombres del Sur o Endrinos, de piel, ojos y pelo oscuro y armados con cimitarras.
 
Eowyn
Siempre es más fácil con un poco de ayuda por la espalda
 
Metáforas aparte, el poder de los anillos resulta muy poco impresionante. Veamos su descripción:
 
«Tres Anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo.
Siete para los Señores Enanos en palacios de piedra.
Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.
Uno para el Señor Oscuro, sobre el trono oscuro
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
Un Anillo para gobernarlos a todos. Un Anillo para encontrarlos,
un Anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras»
 
Bien, este párrafo suena muy espectacular pero la verdad es que da pocas pruebas de sus poderes. Ya hemos visto que el anillo entregado al señor de los Nazgul, uno de los nueve, no le ayuda demasiados en la batalla. En cuanto al Anillo Único, es capaz alargar la vida de su poseedor y hacer invisible a una persona a cambio de corromperla junto con todo lo que hace. Una sola persona. Eso puedo ser una desgracia para un personaje como Smeagol /Gollum pero como superpoder no es demasiado impresionante ni atractivo. Incluso si añadimos su control sobre enanos y reyes mortales, serian menos de una veintena los afectados. ¿Es un poder capaz de destruir una sociedad completa? Solo en el caso de esas personas sean reyes y el resto de su población les siga ciegamente. La base de toda la historia es que si corrompemos a unos pocos dirigentes podemos cambiar el mundo a peor y la mejor solución es traerse otro rey desde el exilio. Un ejemplo claro es Theoden, rey de Rohan. Controlado por un hechizo, está a punto de llevar a su pueblo al desastre. Una abdicación a tiempo podría haberlo evitado, pero, aparentemente, no era una de las opciones. La república, tampoco.
 
En realidad, los anillos no parecen de gran ayuda frente a una espada afilada o un mordisco bien dirigido. Como la vida de Gollum demuestra, el anillo solo tiene poder si corrompe a alguien poderoso y esa persona es seguida ciegamente por el resto. Como en una monarquía absoluta. O en las trincheras de una guerra.
 
Controlador centrifugo
Estas dos bolas sí que controlan el mundo.
 
“El señor de los anillos” es una llamada a volver a un pasado que ya había cambiado irreversiblemente. 100 años antes del nacimiento de Tolkien, James Watt incorporó el regulador centrifugo, “centrifugal governor” en inglés, a su máquina de vapor. Dos bolas en el extremo de sendos brazos que se alejaban y acercaban para gobernar el funcionamiento de la máquina de vapor. Esas bolas fueron el primer control automático y responsables, en buena medida, de la revolución industrial posterior. Lo lograron a pesar de no se comprendían todos los detalles de su funcionamiento.  El desarrollo matemático posterior fue relativamente lento pero continuo. Hacia 1937, la fecha de publicación de “El hobbit”, se disponía de la teoría y los componentes adecuados para utilizar los controles PID (Proporcional, Integral y Derivativo) en todo tipo de máquinas y dispositivos. Esas dos bolas cambiaron el mundo de verdad y para siempre. Nuestra sociedad está gobernada por sus herederos, en forma de dispositivos electrónicos o programas basados las matemáticas que surgieron de ellas. Fórmulas que son estudiadas, utilizadas y hasta veneradas por millones de aplicados sirvientes/ingenieros como yo a lo largo de la Tierra Media. Perdón, quería decir el planeta Tierra.
 
Esta anotación se publicó originalmente en Naukas
Etiquetas: libros, tecnología
Autor: Ambros
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