Estamos a mediados del siglo XIX. El mundo reconoce a Newton como un genio y todos los planetas recorren sus órbitas siguiendo sus leyes. ¿Todos?. No. Mercurio, un pequeño planeta tiene una trayectoria imposible de explicar. La única explicación que parece razonable es que exista otro pequeño planeta desconocido entre el Sol y Mercurio que altere su órbita.
Los planetas siguen órbitas más o menos elípticas. Es decir, no son círculos sino que están achatadas como un óvalo. El punto más cercano al sol se llama perihelio y el punto mas alejado afelio. El problema con Mercurio era que el perihelio se desplazaba ligeramente en cada órbita alrededor del Sol. ¿Fallaba la ley de la gravitación universal?
Fuente: AstronomíaSur
No era fácil renunciar a ella. La ley de la gravitación universal había sido uno de los logros mas importantes de la ciencia. Una sencilla y elegante formula matemática había conseguido explicar un aspecto importantísimo del mundo exterior. Esta explicación del movimiento de los planetas se aplico después a otros cuerpos como asteroides y cometas con éxito. Parecía perfecta pero fallaba, entre otros, con Mercurio.
Antes de tirar por la borda una teoría tan exitosa, el astrónomo francés Le Verrier propuso la existencia de un pequeño planeta que perturbaba su órbita. No era la primera vez. El propio Le Verrier había realizado una predicción similar basada en las irregularidades de la órbita de Urano. Y sus cálculos permitieron localizar el planeta Neptuno. La suma del enorme prestigio de Le Verrier, el éxito del descubrimiento de Neptuno y la absoluta confianza en la ley de Newton motivaron a muchos astrónomos para intentar la muy difícil tarea de encontrar ese cuerpo. Incluso se propuso un nombre, Vulcano, que parecía apropiado dada la cercanía al Sol y la alta temperatura que sufriría. Pero encontrar un objeto tan pequeño y tan cerca del Sol estaba en los límites de lo que podía localizar la tecnología de entonces.
Aún así hubo quien lo intento y creyó conseguirlo. Edmond Lescarbault, un astrónomo aficionado, afirmó haberlo encontrado y Le Verrier dio crédito a ese descubrimiento. De hecho, murió con esta creencia. El problema es que otros astrónomos más prestigiosos y con mejor instrumental no conseguían encontrarlo. Y, por otro lado, seguía sin haber una explicación adecuada a los movimientos de Mercurio.
El misterio continuo durante medio siglo mas hasta que Einstein formuló su teoría general de la relatividad. Su nueva interpretación de la gravedad implicaba ligeros cambios en la órbita calculada que encajaban exactamente con los movimientos de Mercurio. Para los otros planetas eran cambios demasiado pequeños y no habían sido detectados. Vulcano se unió a la lista de satélites y planetas hipotéticos de nuestro sistema solar. Y el mundo lo olvido hasta que llego Star Trek para recuperarlo.
Esta anotación pertenece a la serie 20 ideas que fracasaron.