Los polos, en las antípodas el uno del otro, no pueden estar mas lejos entre si. Y aunque comparten el frío, tampoco se parecen. El Polo Norte es una gigantesca isla de hielo flotante. La Antártida es un continente en si mismo, montañas de sólida roca que el clima ha recubierto de nieve y hielo. Por eso es tan curioso que compartan parte de su fauna marina.
Hay un mecanismo conocido como evolución convergente. Viene a decir que animales distintos, sometidos a las mismas condiciones, pueden acabar pareciéndose en forma y comportamiento. (Véase esta larga
lista de ejemplos de evolución convergente). A mediados del siglo XIX , diversas expediciones realizaron el primer censo de animales en ambos polos. Descubrieron un enorme número de seres diminutos con formas parecidas o casi idénticas. Y no era fácil saber si se trataba del mismo animal. Mismo tamaño, misma forma y misma estructura sugerían que eran iguales pero cruzar el inmenso océano de aguas “calidas” situado entre ambos parecía imposible. ¿Cómo era posible que perteneciesen a la misma especie? Por ello, a falta de un mecanismo para justificarla, la hipótesis quedo arrinconada por demasiado arriesgada.
El tema quedo sin resolver hasta que, en el siglo XX, se descubrió el ADN y comenzó a analizarse la genética de diferentes animales. Los análisis demostraron que algunos animales presentes tanto en el Ártico como en la Antártida eran, en realidad, de la misma especie. Se han encontrado hasta
235 especies idénticas y capaces de reproducirse entre si. Muchas de ellas son diminutos animales, incluso microscópicos, que están adaptados para sobrevivir solo en las gélidas aguas de los polos. La discusión sobre las causas volvió a reabrirse ya que tocaba explicar lo que los análisis habían confirmado.

Circulación termohalina. Fuente: Wikipedia
Actualmente se cree que la culpable puede ser la circulación termohalina. Esta corriente se forma cuando el agua enfriada en el Atlántico Norte se sumerge y desplaza hacia la Antártida arrastrándose por el fondo del océano. Para sustituirla, el agua calentada en los trópicos fluye por la superficie hacia el Polo Norte. Incluso contando con este mecanismo, el viaje tiene mucho de hazaña. El recorrido más corto implica un desplazamiento de unos
9.500 km y más de 600 años de duración. No esta claro si los animales serian capaces de mantenerse vivos. Como alternativa podrían trasladarse en forma de larvas en espera de las condiciones adecuadas para desarrollarse.
Por ahora, se trata de una hipótesis sólida aunque sin confirmar totalmente. Se confirme o no, es una prueba de cómo el ADN ha cambiado nuestro conocimiento sobre los seres vivos que nos rodean. La maravillosa e impresionante clasificación de Linneo (su taxonomía) solo pudo basarse en las estructuras externas y los parecidos anatómicos. Y aunque a veces la naturaleza nos engañe, esta vez lo que parece igual, es realmente lo mismo.