
Cuando tenía once años compré mi primer libro sobre ciencia. Se llamaba “Cosmos” y mis padres nunca me habían visto con un libro tan raro. Ahora mismo lo estoy viendo en la estantería.
Hoy hace diez años que murió Carl Sagan, un maravilloso divulgador científico y un investigador de merito. Una buena biografía me obligaría a hablar de su contribución al estudio de Marte representado por las misiones Viking, del análisis del riesgo de Invierno Nuclear y su lucha para reducir la probabilidad de una guerra nuclear o de sus estudios sobre el efecto invernadero descontrolado como podemos ver en Venus. Seguro que omalaled podría hacerlo maravillosamente.
Pero yo prefiero hablar de la fascinación de un crío que descubre un mundo inmenso por explorar en un simple grano de arena. De la sensación de sorpresa y maravilla al comprender que somos un producto único de la evolución, un tesoro irreemplazable.
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